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“Tipos de estrés” y COVID

Momento crítico

No hay duda de que el estrés es una de las problemáticas que más han crecido a partir de la eclosión de la pandemia de Covid. Si bien se reconoce la importancia del estrés en la vida moderna desde fines de los años ‘30, cuando el médico Hans Selye acuñó el término (prestado de la física), la pandemia provocó una gran explosión de casos.

Bustamante enumera los factores que favorecieron este aumento repentino: “La pandemia por Covid-19 tuvo todos los condimentos para favorecer el surgimiento de mayores niveles de reacción al estrés: la aparición súbita del fenómeno y la novedad del virus; la incertidumbre sobre su manejo, la escasez de soluciones y el futuro impredecible de la enfermedad; el conocimiento diario del aumento del número de casos positivos y de fallecimientos, sumado a la sobreinformación y la desinformación; la cuarentena y los cambios y restricciones que provocó; la incertidumbre laboral y social. Todo esto, sostenido en un largo período de tiempo, produce el terreno fértil para desarrollar estrés”.

Carole Spiers señala otras condiciones que favorecen el estrés en el individuo: “Las personas en general experimentan estrés cuando no se sientan valoradas y reconocidas por lo que hacen en su trabajo. Las comunicaciones deficientes generalmente son un factor clave aquí también. La gente necesita ser apreciada por su aporte como personas y no sentir que son sólo un número”.

Panorama polimorfo

En lo cotidiano se habla de “estar estresado” como sinónimo de cansado, agotado. En biología tiene un sentido diferente. En primer lugar, no es algo nocivo en sí mismo: es, simplemente, una reacción de alerta del organismo ante una amenaza.

Bustamante describe el proceso: “El cuerpo reacciona ante el estrés liberando una serie de hormonas. Estas hacen que el cerebro esté más alerta, causan que los músculos se tensionen y aumenten el pulso. Este es el estrés agudo. En el corto plazo, estas reacciones son fantásticas, porque pueden ayudar a manejar la situación que causa el estrés. Es un mecanismo de protección”.

Normalmente, ante una amenaza (lo que se conoce como “estresor”), el cuerpo se predispone para la “reacción de lucha o huida”. Por lo tanto, el estrés es un mecanismo de supervivencia. Sin embargo, como afirma Bustamante, “cuando alguien tiene estrés crónico, su cuerpo se mantiene alerta incluso cuando no hay peligro”.

Es decir, hay varios tipos de estrés. Clayton Cowl, jefe de medicina preventiva en la Clínica Mayo, en Minnesota Estados Unidos, compartió con Viva sus reflexiones sobre el tema:

“Se ha informado de ‘estrés bueno’ y ‘estrés malo’ en la literatura médica psiquiátrica desde la década de 1960. El estrés antes de una fecha límite puede impulsar a alguien a evitar más postergaciones; el estrés abrumador de la sobrecarga emocional puede ser perjudicial. Diferentes estudios demostraron que este último puede afectar el sistema cardiovascular, causar cambios en la personalidad y la salud mental y generar hábitos que podrían conducir a una mayor probabilidad de desarrollar cáncer u otros efectos nocivos sobre la salud, como el consumo de tabaco, el consumo excesivo de alcohol o actividades de riesgo”.

Es decir, no importa si la amenaza es real o no. Mientras el sujeto la perciba como tal, sus efectos serán reales y tangibles. Como destaca Clayton, tampoco hay que demorarse en separar las causas físicas de las mentales, porque, como mencionaba López Rosetti al comienzo de esta nota, somos un entramado cuerpo-mente con una retroalimentación continua entre ambos ámbitos.

“El estrés ocurre cuando la sobrecarga supera tu capacidad de resistencia –completa López Rosetti–. Es sufrir independientemente de lo que hagas.” El estrés, entonces, es el gasto que hace nuestro cuerpo (y mente) ante factores externos que el sujeto percibe como agresores. Y, al igual que con la economía, cada vez hay más gente que no llega a fin de mes.

Debido a ese complejo entramado cuerpo-mente, es difícil comprender su funcionamiento, en donde un estresor físico afecta a la mente y, a su vez, esta retroalimenta al cuerpo y provoca efectos negativos en él. Es un fenómeno “polimorfo”, en palabras de López Rosetti.

Mientras continuamos nuestro paseo por los pulcros pasillos del hospital, López Rosetti nos sorprende con una explicación del fenómeno tomada de la filosofía oriental:

“A mí me gusta homologar el estrés crónico al sufrimiento, según la frase de Siddharta Gautama, el Buda cuando dice: ‘el dolor es inevitable’ (efectivamente, el estrés agudo es inevitable), ‘pero el sufrimiento es optativo’. ¿Por qué es optativo? Porque existe la posibilidad de intervenir desde el punto de vista de la gestión y el trámite de los acontecimientos para que un dolor no se haga perpetuo en el tiempo, es decir, que no se consolide el sufrimiento”.

Estrés psicosocial

Ahora bien, ¿ qué ocurre con un fenómeno global que presenta una amenaza muy real, como la pandemia que todavía estamos transitando? Como ya hemos visto, con el arribo del Covid las cosas empeoraron. Para muestra, un botón: una Encuesta de Población Activa del Reino Unido reveló que en el período 2018/2019 600.000 trabajadores sufrieron de estrés, depresión o ansiedad vinculados con el trabajo. Para el período 2019/2020 el número ascendió a 828.000.

Episodios globales como la pandemia generan un tipo de estrés particular.

 “Se trata del estrés psicosocial, que cruza transversalmente a la sociedad en su conjunto. Es una circunstancia en la que la población ha sido afectada en su totalidad. La pandemia es el estrés psicosocial más importante que hemos tenido en la historia mundial, más incluso que el de la Segunda Guerra Mundial, porque allí hubo muchos países que no estuvieron alcanzados por la guerra”. Lo explica López Rosetti

Un ejemplo de esa transversalidad que no perdona a nadie se percibe en niños y adolescentes.

Según el estudio Stress in America de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), realizado en 2020, la generación Z o centennials (los nacidos hacia el año 2000) está más estresada que la de los millennials, la generación X, los baby boomers o adultos mayores.

¿Cómo se manifiesta en ellos el estrés?

En los chicos los síntomas son, sobre todo, físicos. En general, trastornos digestivos.

Trastornos de conducta también, pero lo típico son problemas gastrointestinales. Por una cuestión de falta de predisposición y corta edad, todavía no desarrollaron enfermedades a las cuales el estrés pueda gatillar. 

Los más jóvenes tienen un alto umbral de resistencia, pero eso no significa que no sufran el estrés.”

–cuenta López Rosetti–

Ahora bien, en ese panorama que nos alcanza a todos, ¿cuáles son los sectores más vulnerables?

A primera vista parece paradójico que quienes más hayan sido afectados por la salud sean precisamente aquellos encargados de preservarla, pero es una consecuencia lógica de las condiciones que promueve una situación sanitaria crítica.

Según Bustamante, “en pandemia, los profesionales de la salud y los integrantes de las fuerzas de seguridad fueron los más afectados. Por el alto nivel de demanda, por las pocas posibilidades de restaurarse y repararse, por la baja recompensa económica y la alta responsabilidad social”.

Clayton coincide en la evaluación: “En los últimos dos años se han publicado varios artículos centrados en los trabajadores de la salud que atienden a pacientes diagnosticados con Covid-19. El uso de equipo de protección personal y tenerlo disponible para protegerse contra la adquisición del virus, vincularse con colegas, familiares y amigos para discutir los miedos, para evitar sentirse aislado, y tener conectividad a través de la presencia en redes sociales fueron los factores principales para reducir el estrés.

Curiosamente, la conexión con las personas resultó más importante que el aumento de la remuneración laboral o las bonificaciones”.

En primera persona

Para acercarse a la vivencia del personal de salud, se entrevistó a Florencia Baldo, psiquiatra del Equipo de Cuidados Integrales (ECI) en el Hospital Muñiz, una unidad creada en pandemia (mayo de 2020) con el objetivo de potenciar el cuidado humanizado a la persona enferma y su familia.

El testimonio de Baldo está en la misma línea que las consideraciones de Clayton: “Promover y cuidar la salud mental en medio del caos, de la incertidumbre, de un virus desconocido, de internaciones dificultosas, fue una tarea, como poco, compleja, agotadora; frustrante algunas veces y muchas otras muy gratificante.

Fue aprender a trabajar con la enfermedad y la muerte pisándonos los talones, con el terror de contagiarse y, a la vez, sintiendo que el hospital se tornaba un lugar seguro, donde para trabajar nos cubríamos con un Equipo de Protección Personal (EPP), con el que no contábamos, por ejemplo, para volver a nuestras casas”.

La unión hace la fuerza, suele repetirse, y esto fue mucho más que una frase hecha para trabajadores de la salud como Florencia Baldo, que se enfrentaron al peligro de muerte tanto en los pacientes como en ellos mismos:

“Abordar a las familias desmembradas por las muertes por Covid-19 nos impulsó a agruparnos, a crear equipos de trabajo, a atender de manera integral al paciente, para sostener y sostenernos. Para transitar el dolor. Vivimos escenas muy crueles, despiadadas, injustas, que nos quedaran inscritas para siempre, que nos sirvieron para aprender que la mejor forma de trabajo en salud pública es la interdisciplina, el trabajo en equipo”.

Hacia el final de la visita guiada que nos da López Rosetti por el hospital se nos acerca una gata blanca con manchas negras. “Mirá la gata –comenta–. Esta va, viene, camina por donde se le da la gana. Es la dueña del hospital. Hace lo que quiere, es tan amigable con todos.” Cuando estamos por irnos la volvemos a encontrar, esta vez echada, acicalándose en medio de un patio del hospital. Se revuelca y disfruta del sol. No está preocupada por nada en absoluto, no siente la menor amenaza. Donde está es siempre donde quiere estar.

Quizás sea la verdadera maestra del manejo del estrés,  estar donde queremos…y no donde “Podemos” o “debemos”

Fuente. Revista Viva.